
El jaguar fue uno de los
animales más importantes dentro de la cosmovisión prehispánica también llamado (Felis onca). Desde tiempos muy remotos los aztecas, mayas, olmecas representaban hombres con rasgos de felino o sus variantes. Siglos después, en Teotihuacan, este animal fue un motivo muy común, pero se representaba con atributos de otros animales, como
aves y serpientes. El simbolismo étnico del jaguar alterna así dos ritmos de la noche, de la oscuridad. Lo oscuro como
matriz o vientre de
la tierra maternal (que genera nuevos frutos y vida) y la no
luz como inmersión en una peligrosa región demoníaca. En la primera
función, el jaguar es guardián de las oscuridades terrestres, desde donde brota la verde riqueza del
suelo y la selva. En la segunda faceta, el jaguar mexicano se cambia en sol de
tierra, sol nocturno. En numerosas mitologías, durante el crepúsculo, la exultante esfera solar se sumerge en el mundo subterráneo
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